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San Agustín

que nos lastima con calamidades y adversidades, lo lace, ó por examinar el grado en que se hallan nuestros méritos, ó para castigar nuestras culpas, teniéndonos preparado el premio eterno por haber sufrido con constancia estos temporales infortunios; pero ¿quién sois vosotros para que yo me entregue á raciocinar con vosotros ni de vuestros dioses, cuanto más de mi Dios, que es terrible sobre todos los dioses, porque todos los dioses de los gentiles son demonios y sólo el Señor crió los Cielos?» (1).

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CAPÍTULO XXX

Que desean abundar de abominables prosperidades los que se quejan de los tiempos oristianos.


Si viviera aquel insigne Scipión Nasica, que fué ya vuestro Pontífice (á quien al mismo tiempo que estaba más encendida la segunda guerra Púnica, buscando la República una persona la más excelente en bondad para recibir la madre de los dioses que transportaban de Frigia, le escogió unánimemente todo el Senado para desempeñar este honorífico encargo), este inclito héroe, el grande Scipión, digo, á quien no os atreveríais á mirar su venerable aspecto, él reprimiría vuestra altanería. Porque, pregunto, si queréis que os diga mi sentir: cuando os veis afligidos con las adversidades, ¿acaso os quejáis por otro motivo de los tiempos cristianos sino porque apetecéis tener seguros y libres de temores vuestros deleites, vuestros apetitos, y entregaros á una vida laxa y viciosa, sin que en ella se experimente molestia ni pena alguna? Y la razón es obvia y convincen(1) Peal. 95.