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La ciudad de Dios

exactitud y extensión á los que imputan á la religión cristiana las crueles guerras con que es agitado el universo, y, principalmente, el último saqueo y destrucción que hicieron los bárbaros en Roma; no por otro motivo, sino porque prohibe el culto de los demonios y sus nefarios sacrificios, debiendo antes atribuir á Jesucristo el que, por reverencia á su santo nombre y contra el instituto de la guerra, les concedieron los godos lugares religiosos y capaces donde se pudiesen acoger libremente; quienes en muchas acciones que ejecutaron demostraron que, no solamente habían honrado y respetado el culto debido al Salvador, sino también que, ocupados del temor, presumieron no era lícito ejecutar lo que permitía el derecho de la guerra. Con este motivo se ofreció la cuestión de ¿por qué causa fueron comunes estos divinos beneficios á los impios e ingratos? y, asimismo, ¿por qué los sucesos ásperos y lastimosos que acaecieron en la toma de la ciudad, afligieron juntamente á los buenos y á los malos? Para dar cumplida solución á esta cuestión, que incluye otras varias en sí, pues todo lo que ordinariamente observamos, asi beneficios divinos como desgracias humanas, que los unos y las otras acontecen indiferentemente muchas veces á los que viven bien y mal, suele excitar los corazones de algunos menos incrédulos; para disolverla, digo, conforme convenía, me he detenido algún tanto, especialmente para consolar á las mujeres santas y castas en quienes ejecutó violencia el enemigo, y que no perdieron la prenda de la honestidad aunque las lastimasen el pudor y empacho de presentarse después en público; pues así podía reducir seguramente á que no les pesase de vivir á las que no tenían culpa de qué arrepentirse. Después raciociné lo bastante contra aquellos que protervamente se rebelan contra los cristianos incluídos en las expresadas calamidades, mofan

Tomo I.
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