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La ciudad de Dios

CAPÍTULO XV

Que ni por razón de los cuerpos aéreos, ni por habitar en su lugar superior, se aventajaban los demonios á los hombres.


Por lo cual, un corazón verdaderamente religioso y rendido al verdadero Dios, considerando estas futilezas, de ningún modo debe pensar que los demonios son mejores que él porque tienen cuerpos más bien organizados, pues por la misma razón pudieran igualmente superar á muchas bestias, que en la viveza de los sentidos, en la facilidad y ligereza de los movimientos, en la robüstez de las fuerzas, en la firmeza y solidez de los cuerpos, nos hacen conocida ventaja. ¿Qué hombre puede igualarse en la perspicacia de la vista con las águilas y los buitres; en el olfato con los perros; en la velocidad con las liebres, con los ciervos y con las aves; en el valor con los leones y elefantes; en la vida larga con las serpientes, de quienes se dice que dejando los despojos de la senectud, y mudando su antigua túnica, vuelven á remozar? Pero asi como en el discurso y la razón somos más excelentes que éstos, así también, viviendo bien y virtuosamente, debemos ser mejores que los demonios; por esta causa la divina Providencia concedió ciertos dones corporales más singulares á estos animales, á quienes nosotros seguramente hacemos ventaja, para recomendarnos de este modo que tuviésemos cuidado de cultivar aquella parte en que les hacemos la ventaja con mucha mayor diligencia que el cuerpo, y para que aprendiésemos á despreciar la excelencia corporal que observamos tenían también los demonios en comparación de la buena y virtuosa vida, en que les hacemos ventaja, esperando igualmente nosotros la inmortalidad de los cuerpos, no la que ha de ser ator-