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San Agustín

mentada con las penas eternas, sino á la que preceda y acompañe la limpieza y pureza de las almas. Por lo que respecta á la superioridad del lugar, excita la risa el pensar que porque ellos habitan en el aire y nosotros en la tierra, se nos deben anteponer, porque en esta conformidad también pueden ser preferidas á nosotros todas las aves del cielo; y si dijeren que las aves, cuando están cansadas de volar ó tienen necesidad de suministrar algún sustento al cuerpo se vuelven á la tierra, ó para descansar ó para comer, y que estas operaciones no las hacen los demonios, pregunto: ¿acaso intentarán decir que las aves nos aventajan á nosotros, y los demonios á las aves? Cuyo pensamiento, si es desatino imaginarlo, no hay motivo para que creamos que porque habitan en elemento más elevado, los reputemos dignos, rindiéndonos y sujetándonos á ellos con afecto de religión, porque así como es posible que las aves del aire no sólo no se hos antepongan á nosotros, que somos terrestres, sino también se nos rindan y sujeten por la dignidad del alma racional que tenemos, así es posible que los demonios, aunque sean más aéreos, no por eso sean mejores que nosotros, que somos terrestres, porque el aire está más alto que la tierra, sino que debemos ser preferidos, porque la desesperación de ellos de ninguna manera se debe comparar con la esperanza de los hombres piadosos y temerosos de Diospues aun la razón de Platón, que traba y dispone con cierta proporción los cuatro elementos, entremetiendo entre los dos extremos, que son el fuego movible y la tierra inmoble, los medios que son el aire y el agua, de modo que cuanto el aire es más superior que el agua y el fuego más que el aire, tanto más superior es el agua que la tierra. Con bastante claridad nos desengaña para que no estimemos los méritos y dignidad de los animales por los grados de los elementos, porque