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San Agustín

como los hombres, se perturben precisamente porqueson animales no bienaventurados, sino miserables.



CAPÍTULO XVII

Si es razón que el hombre adore aquellos espiritus de cuyos vicios le conviene también librarse.


¿Por qué ignorancia, pues, ó, por mejor decir, por qué demencia nos sujetamos por medio de alguna religión á los demonios, supuesto que por la religión verdadera nos libertamos del vicio en que somos semejantes á ellos? Porque siendo espíritus á quienes incita y hostiga la ira los demonios, como Apuleyo, aun forzado, lo confiesa, no obstante que les perdona y disimula muchos defectos y los tenga por dignos de que los honren como á dioses, á nosotros la verdadera religión nos manda que no nos dejemos dominar de la ira, sino que la resistamos tenazmente, y dejándose los demonios atraer con dones y dádivas por nosotros, nos prescribe la verdadera religión que no favorezcamos á ninguno excitados por los dones, y dejándose los demonios ablandar y mitigar con las honras, á nosotros nos manda la verdadera religion que de ningún modo nos muevan semejantes ficciones, y aborreciendo los demonios á algunos hombres y amando á otros, no con juicio prudente y desapasionado, sino, como él dice, con ánimo pasivo, á nosotros nos encarga la verdadera religión que amemos aun á nuestros enemigos: finalmente, todo aquel ímpetu del corazón y amargura del espíritu, y todas las turbulencias y tempestades del alma con que dice que los demonios corren y padecen tormentos, nos