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La ciudad de Dios

manda la verdadera religión que las dejemos. ¿Qué razón, pues, hay sino una ignorancia y error miserable, para que te humilles reverenciando á quien deseas ser desemejante viviendo, y que religiosamente adores á quien no quieres imitar, siendo el sumo ó principal dogma de la religión 'imitar al que adoras?



CAPÍTULO XVIII

Qué tal sea la religión que enseña que los hombres, para encaminarse á los dioses buenos, deben aprovecharse del patrocinio o intercesión de los demonios.


En vano Apuleyo y todos los que así lo sienten les hicieron este honor, poniéndolos en el aire, en medio, entre el cielo y la tierra, de modo que por ningún dios se mezcla ó comunica con el hombre, lo que dicen que enseñó Platón, ellos sirvan para llevar las oraciones de los hombres á los dioses, y de allí volver á los hombres con lo que han conseguido con ellos; porque los que creyeron esto tuvieron por cosa indigna que se mezclasen con los dioses los hombres, y los dioses con los hombres, y por cosa digna que se mezclasen los demonios con los dioses y con los hombres, para que de aqui lleven nuestras peticiones, y de allá las traigan despachadas; y así el hombre casto, honesto y ajeno de las abominaciones de las artes mágicas, los tome en efecto por patronos para que le oigan los dioses, á aquellos que aman y gustan de cosas, las cuales no amándolas él se hace más digno, para que más fácilmente y de mejor gana le oigan: porque ellos gustan de las torpezas y abominaciones de la escena, de las cuales no se agrada la honestidad. En las hechicerías y maleficios gustan