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San Agustín

CAPÍTULO XXI

Si los dioses se aprovechan de los demonios para que les sirvan de mensajeros é intérpretes, y si ignoran que los engañan ó quieren ser engañados por ellos.


En efecto: la necesidad tan grande de sostener un disparate é indignidad tan calificada, es porque los dioses del cielo que cuidan de las cosas bumanas, sin duda no supieran lo que hacían los hombres en la tierra, si los demonios aéreos no se lo avisaran; porque la región celeste está muy distante de la tierra, y es muy elevada, y el aire confina por una parte con ella, y por otra con la tierra. ¡Oh admirable sabiduría! ¿Qué otra cosa sienten estos sabios de los dioses, los cuales sostienen que todos son buenos, sino que cuidan de las cosas humanas por no parecer indignos del culto y veneración quo les tributan, y que por la distancia de los elementos ignoran las cosas humanas, para que se entienda que los demonios son necesarios, y así se crea que también ellos deben ser adorados, á efecto de que por ellos puedan saber los dioses lo que pasa en las cosas humanas, y cuando fuese menester acudir al socorro de los hombres? Si esto es cierto, estos dioses buenos tienen más noticia del demonio por la contigüidad del cuerpo, que del hombre por la bondad del alma. ¡Oh necesidad digna de la mayor compasión, ó, por mejor decir, vanidad ridícula y abominable, por no llamarla ilusión fútil y despreciable! Porque si los dioses pueden ver nuestra alma con la suya libre de los impedimentos del cuerpo, para esta operación no necesitan de las estafetas de los demonios; y si los dioses de la región etérea conocen por su cuerpo los indicios corporales de las almas, como son el semblants, el ha-