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La ciudad de Dios

bres con una cierta medianía, de modo que son necesarios á los hombres para con los mismos dioses, no diferencia au culto de la religión de los dioses superiores: mas el egípcio dice que hay unos dioses que los hizo el sumo Dios, y otros que los hicieron los hombres: el que oye esto como yo lo he puesto, entiende que habla de los simulacros que son obras de las manos de los hombres; con todo, dice que las imágenes visibles y palpables son como cuerpos de los dioses, y que hay en éstos unos ciertos espiritus que los han atraído y convidado allí, que pueden algún tanto, ya sea para hacer mal, ya para cumplir algunos votos y deseos de los que los honran y reverencian con culto divino. El enlazar, pues, y juntar estos espíritus invisibles por cierta arte con los visibles de materia corpórea, de manera que los simulacros dedicados y sujetos á aquellos espíritus sean como unos cuerpos animados, esto dicen que es hacer dioses, y que en los hombres hay esta grande y admirable potestad de formar dioses: extractaré las palabras de este egipcio como se hallan traducidas en nuestro idioma: «y porque, dice él, nos notifican que hablemos de la cognación y comunicación de los hombres y de los dioses, mira, ¡oh Asclepio! la potestad y vigor del hombre»: «así como, prosigue, el Señor y Padre, ó, lo que es lo mismo, Dios, es hacedor y autor de los dioses celestiales, así el hombre es el fabricador de los dioses que están en los templos contentos de la proximidad del hombre»; y poco después añade: «así la humanidad persevera en aquella imitación de la divinidad, acordándose siempre de su naturaleza humana y de su origen; de manera que así como el Padre y Señor, porque fuesen semejantes á él, hizo á los dioses eternos, así la humanidad hizo y figuró á sus dioses conforme á la similitud de su rostros: aquí, habiéndole Asclepio, con quien principalmente conferenciaba, respondido y.