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San Agustín

dicho: «¿habláis, ¡oh Trimegisto! de las estatuas?» Entonces dice: «joh Asclepio! ¡ves estatuas, como ta mismo desconfías, estatuas animadas llenas de sentido y espíritu, y que ejecutan tales y tan grandes maravillas?

¿Estatuas que saben lo futuro, adivinan y dicen en muchas y en diferentes cosas lo que acaso ignora cualquier adivino, que causan las enfermedades en los hombres, y las curan y los convierten en tristes y alegres conforme lo merecieren? ¿Ignoras por ventura, joh Asclepio! que Egipto es un retrato é imagen del cielo, ó, lo que es más cierto, es una traslación portentosa, ó donde se establecen y descienden todas las cosas que se gobiernan y practican en el cielo, y si ha de decirse lo que es más positivo, añade, que esta nuestra tierra es un templo vivo de todo el mundo? Pero por cuanto es conveniente que el prudente lo provea y sepa todo, no es razón que vosotros ignoreis lo que voy á decir: Vendrá tiempo en que se advertirá que los egipcios inútilmente guardaron tan piadosa y devotamente la religión á los dioses, y que, cesando toda su santa veneración, los dejará frustrados y burlados.» Después Hermes, con muchos raciocínios, prosigue este asunto, donde parece que profetiza ó adivina aquella feliz época en que la re ligión cristiana, cuanto es más verdadera y santa, con tanta más eficacia y libertad destruye y echa por tierra todas las engañosas ficciones, para que la gracia del verdadero Salvador libre al hombre del cautiverio de los dioses, que por sí estableció el hombre, y los sujete á aquel Dios que hizo al hombre: pero cuando Hermes vaticina estas maravillas, habla como si fuera amigo con los mismos engaños futuros; parece que los testifica con un estilo de algún modo lastimoso; porque era de los que dice el apóstol (1) «que conociendo á Dios no le (1) San Pablo ep. á los Romanos, cap. I, y Libro de los Nú-