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San Agustín

Dios á su semejanza, esto es, al mismo hombre, la obra que hizo el hombre.» Por eso con justa causa el hombre pierde algún tanto del ser que tiene de aquel que le crió, cuando se sujeta y toma por superior á lo que formó con sus mismas manos. De estos sentimientos vanos, falaces, perniciosos y sacrilegos se dolía el egipcio Hermes, porque sabía que había de llegar tiempo en que se extinguiese, pero lo sentía tan sin pudor, cuanto lo sabía sin fundamento sólido; mediante á que el Espíritu Santo no se lo había revelado como á los santos profetas, que, conociendo y previendo estos admirables sucesos, decían con alegría de su corazón (1): «Si hiciere y fabricare el hombre dioses para sí, presto llegará el desengaño de esta vana ilusión, y se experimentará que no sou dioses»: y en otro lugar (2): «Vendrá tiempo, dice el Señor, en que exterminaré del mundo los ídolos y simulacros, y no habrá más memoria de ellos.» Pero sobre este punto vaticinó en los términos más claros é incontrastables contra Egipto el santo profeta Isaías por estas palabras (3): «Se desharán y desaparecerán cuando viniere el Señor los ídolos que hicieron para si los egipcios, y el corazón de éstos se deshará y aniquilará entre sí; con lo demás que continúa en orden á la misma profecía. Estos fueron también los que teniendo uaa ciencia positiva é infalible de lo venidero se alegraban y lisonjeaban de que hubiese venido el Mesías prometido, como Simeón y Ana, que al punto que nació Jesús le conocieron; como Isabel, que con espíritu pro(1) Jeremías, cap. XVI. Si faciet homo Deos, et ecce ipsi non sunt Dii.

(2) Zacarias, cap. XIII. Erit in die illa, dicit Dominus: er, terminabo nomen simulacrum á terra. et non erit eorum memoria.

(3) Isaías, cap. XIX, y Libro de los Números, cap. X. Et movebuntur manu facta Egipti á facie ejus, et cor earum vincie tur in eis.