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La ciudad de Dios

fético le reconoció existente en el vientre de su madre, y como Pedro cuando, revelándoselo el Eterno Padre, Dijo: «Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo» (1): más á este sabio egipcio el tiempo fué quien le inspiró habian de ser destruidas y rotas las estatuas de los mismos espíritus, que teniendo presente en carne humana al Dios todopoderoso, amilanados y llenos de temor y espanto, le dijeron (2): «¿A qué venirse antes de tiempo á perdernos?»» O porque para ellos fué subitánea y repentina la experiencia de lo mismo que debía suceder, por lo que creían debía tardar más tiempo en verificarse: ó porque llamaban su destrucción y perdición al mismo acontecimiento en que fueron descubiertos; pues siendo conocidos los habían de desamparar y despreciar los hombres, lo cual era antes de tiempo, esto es, antes de la época en que se debe suceder el juicio universal, en el cual serán castigados con eterna condenación, juntamente con todos los hombres que se hallaren asociados á su compañía, como lo insinúa expresamente la verdadera religión, que ni engaña ni puede ser engañada; y no como este sabio que, dejándose llevar por una parte y por otra del viento de cualquiera doctrina, mezclando y confundiendo lo falso con lo verdadero, se duele como si hubiera de extinguirse la religión, de la que confiesa después llanamente que es un error.

(1) San Mateo, cap. XVI. Tu es Christus, Alius Dei vivi.

(2) San Mateo, cap. XXV. Quid venisti ante tempus perdere nos?