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La ciudad de Dios

hiciere y fabricare el hombre dioses, ellos no son dioses»: asi que á estos tales dioses, habiéndolos llamado Hermes dioses de tales, fabricados artificiosamente por tales, esto es, demonios, no sé por qué arte encerrados y detenidos en los ídolos con los lazos de sus apetitos ó antojos, habiéndolos, digo, llamado á los que habían creado dioses los hombres, con todo no les concedió lo que el platónico Apuleyo (de quien hemos ya hablado como de su opinión, demostrando cuán absurda y contradictoria sea) que sean intérpretes é intercesores entre los dioses que hizo Dios y los hombres que crió el mismo Dios, llevando desde la tierra los votos y peticiones, y volviendo del cielo con los despachos y gracias: porque es un grande desatino creer qué los dioses que crearon los hombres puedan más con los dioses que hizo Dios, que los mismos hombres que hizo el mismo Dios: pues el demonio, luego que el hombre le encierra con arte sacrilego en el simulacro, vino á ser Dios aunque peculiar para tal hombre, no para todos los hombres. ¿Cuál, pues, será este Dios á quien no formara el hombre sino errando y siendo incrédulo, y habiendo vuelto las espaldas al Dios verdadero? Y si los demonios que se adoran en los templos, encerrados no sé por qué arte en las imágenes, esto es, en los simulacros y estatuas visibles por industria de los hombres, que con este artificio hicieron dioses, caminando errados y vueltas las espaldas al culto y religión divina, no son internuncios ni intérpretes entre los hombres y los dioses, y por sus perversas y torpes costumbres, aun los mismos hombres, aunque errados é infieles y ajenos del culto y religión divina, sin embargo, son sin duda mejores que ellos, á quienes con sus artificios hicieron dioses: resta, pues, que la autoridad que usurpan puedan ejercerla como demonios, ya sea cuando pareciendo que nos hacen bien nos hacen mas mal, porque entonces