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San Agustín

pulcros, pues es tanta la ceguedad de los hombres impíos que ofenden y tropiezan de algún modo en los mismos montes, y no quieren observar las cosas que les dan en los ojos, para no echar de ver y confesar que en todas las historias ó memorias de los paganos, é no se ballan, ó apenas se encuentran dioses que no hayan sido hombres, y que, con todo, procurasen honrar á todos y reverenciarlos como si fuesen dioses, como si jamás hubieran tenido cualidad alguna de hombres, omito lo que dice Varrón, quien sustenta que tienen por dioses manes a todos los difuntos, y lo prueba por los sacrificios que se hacen casi á todos los muertos, entre los cuales reflere también los juegos fúnebres, como si éste fuera el argumento más convincente de su divinidad, en atención á que los juegos no suelen dedicarse sino á los dioses. El mismo Hermes, de quien ahora hablamos en el mismo libro, donde como vaticinando lo venidero, y lamentándose, dice: « Entonces esta tierra, que es un venerable asiento de los delubros y templos, estará innundada de sepulcros y difuntos»; afirma que los dioses de Egipto son hombres muertos porque habiendo dicho que sus antepasados andando muy errados sobre la razón de los dioses incrédulos, y sin advertir al culto y religión de los dioses, hallaron artifi cio para hacer dioses, y luego que le encontraron, dice, le aplicaron una virtud congruente y acomodada, tomándola de la naturaleza del mundo y mezclándola, y porque no podían crear almar, invocando y. llamando las de los demonios ó de los ángeles, con santos y divinos misterios las hicieron entrar dentro de las imágenes, por las cuales los ídolos pudiesen tener poder y autoridad para hacer bien y mal. Después prosigue, co mo intentando comprobar esta aserción con ejemplos, y dice: «porque tu abuelo joh Asclepio!, que fué el primer inventor de la Medicina, á quien está consagrado un