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La ciudad de Dios

templo en el monte de Libia, cerca de la costa de los cocodrilos, donde yace su hombre mundano, esto es, su cuerpo, porque lo restante de él, ó, por mejor decir, todo él, si es que está todo el hombre en el sentido de la vida, mejorado se volvió al cielo, de donde acude ahora también á auxiliar en todo a las enfermedades de los hombres con su virtud divina, como antes acostumbraba con el arte de la Medicina.» Ved aquí cómo dijo que adoraban por Dios á un hombre difunto en el lugar donde tenía su sepultura, engañándose y engañando, diciendo que volvió al cielo y que acudía igualmente ahora al socorro de los enfermos, y añadiendo después otro, dice: «Hermes, mi abuelo, cuyo nombre he heredado yo», pregunto, estando en su patria que se intitu la de su propio nombre, ¿no ayuda y conserva á todos les mortales que de todo el mundo acuden allí? Porque Hermes el mayor, esto es, Mercurio, de quien dice que fué su abuelo, refieren que está enterrado en Hermopo li, es decir, en la ciudad de su propio nombre; y ved aquí el motivo por qué dicen que dos dioses fueron hombres, Esculapio y Mercurio, y de Esculapio sienten lo mismo los griegos y latinos, aunque de Mercurio opinan muchos que no fué mortal, quien, sin embargo, dice Hermes que fué su abuelo; pero acaso dirán que uno fué aquél y otro éste, no obstante de que tengan un mismo nombre. No reparo mucho en esta objeción, sea ó no aquél, y otro distinto éste; con todo, á éste, como á Esculapio, de hombre le hicieron dios, según lo refiere Trimegisto, varón tan apreciado entre los suyos y nieto de Mercurio. Más adelante continúa aún y dice: «sabemos de Isis, mujer de Osiris, cuántos beneficios hace á los que la tienen favorable, y cuántos daños á los que la tienen enojada», y, en seguida, para demostrar que de otro género los dioses que los hombres creen con el insinuado artificio, da á entender que sien-