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La ciudad de Dios

CAPÍTULO II

Si entre los demonios, á quienes los dioses son superiores, hay alguna parte de buenos, con cuyo favor pueda el alma del hombre llegar á obtener la verdadera felicidad.


Por cuanto entre la mayor parte de los filósofos gentiles suele decirse comúnmente que los demonios, unos son buenos y otros malos, cuya opinión ya sea asimismo de los filósofos platónicos, ya sea de cualquiera otros, no es razón que la adoptemos sin examinarla escrupulosamente, porque no crea alguno que debe initar á los demonios con espíritus buenos, y mientras por su mediación desea y procura alcanzar la amistad de los dioses, de todos los cuales cree que son buenos para poder vivir con ellos después de su muerte, implicado y alucinado con las cautelas y artificiosos engaños de los espíritus malignos, no vaya errado descaminado del todo del verdadero Dios, con quien solamente, en quien y de quien consigue únicamente la bienaventuranza el alma humana, esto es, la racional.

é intelectual.



CAPÍTULO III

Lo que atribuye Apuleyo á los demonice, á quienes con no quitarles la razón, con todo, no les concede virtud alguna.


¿Cuál es, pues, la diferencia que se supone entre los demonios buenos y los malos, supuesto que tratando generalmente de ellos el platónico Apuleyo, y diciendo tantas particularidades de sus cuerpos aéreos, no ex-