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La ciudad de Dios

ticia, sino que los demonios, siendo semejantes y parecidos á los hombres necios é injustos, no en los cuepos, sino en las condiciones, por no decir peores, por ser más antiguos en tiempo, incurables é insanables por la debida pena, corren también la tormenta y borrasca del mismo espíritu, como lo dice este filósofo, sin tener en parte alguna de su ánimo consistencia ni firmeza en la verdad y en la virtud, con que se suele ocurrir y contrarrestar las turbaciones y aflicciones del alma.



CAPÍTULO IV

Lo que sienten los peripatéticos y los estoicos de las perturbaciones que suceden en el alma.


Dos opiniones hay de los filósofos sobre los movimientos del alma que los griegos llaman pathi, y algunos de los latinos, como Cicerón, perturbaciones; otros aflicciones ó afectos, y otros más expresamente, deduciendo el sentido literal de la voz griega, los llaman pasiones. Estas perturbaciones, afecciones ó pasiones, dicen algunos filósofos que las acostumbra padecer también el sabio, pero moderadas y sujetas á la razón, de modo que el imperio del alma las refrena y reduce á una moderación congruente. Los que sienten asi son los platónicos ó aristotélicos, porque Aristóteles fué discípulo de Platón y fundó la secta peripatética; pero otros, como son los estoicos, opinan que de ningún modo padece semejantes pasiones el sabio, aunque de éstos, es decir, los estoicos, prueba Cicerón en los libros de finibus bonorum et malorum, que están encontrados con los platónicos y peripatéticos más en las palabras que en la substancia, porque los estoicos no quie-