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La ciudad de Dios

$5 sino comodidades; se debe atribuir al debate y contienda que hay sobre las palabras, y no al examen y averiguación de la substancia; porque ¿qué importa altercar sobre si se llaman mejor bienes ó comodidades, con tal que por miedo de no perderlos, no menos el estoico que el peripatético se estremezca y se demude no llamándolos de un mismo modo, sino estimándolos en un mismo grado? Los unos y los otros, en efecto, si con riesgo de estos bienes ó comodidades los obligasen á que cometan algún pecado ó acción torpe, de suerte que de otra conformidad no los puedan conservar, dicen que más quieren perder todo aquello con que se conserva la vida y salud corporal, que cometer una acción con que se profane y ofenda la justicia. De esta manera el ánimo, estando fijo en este propósíto, no deja prevalecer en sí contra razón á ninguna perturbación, aunque sucedan averías en las partes inferiores del alma; antes él es señor absoluto de ellas, y, no consintiéndolas, antes sí resistiéndolas, hace que reine en él la virtud; tal como éste pinta también Virgilio á Eneas donde dice: Mens inmota manet, lachrymæ volvuntur inanes: el ánimo está inmóvil, corren en vano las lágrimas, pues aunque le lastiman lágrimas inútiles, con todo, está constante en su propósito.



CAPÍTULO V

Que las pasiones ó perturbaciones que padecen los ánimos cristianos no inclinan ni atraen al vicio, sino que ejercen In virtud.


No hay necesidad por ahora de que demostremos copiosa y particularmente qué es lo que acerca de las paTOKO II.

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