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San Agustín

siones nos enseña la Sagrada Escritura, que es donde se. contiene y encierra la erudición cristiana; porque aquella misma alima la sujeta á Dios para que la dirija y favorezca, y las pasiones á el alma para que las mo dere y refrene, de modo que se conviertan en aprovechamiento de la justicia. En efecto; en la escuela cristiana, no tanto se pregunta si un ánimo piadoso y temeroso de Dios se irrita, sino por qué se enoja; ni si se entristece, sino por qué se melancoliza; ni si teme, sino qué es lo que teme; porque el enojarse con quien peca para que se enmiende, ni el entristecerse y dolerse por un afligido deseando que se libre, ni el temer del que está en peligro porque no se pierda, no sé yo si hay alguno que, considerándolo bien, lo reprenda, porque también es opinión particular de los estoicos que la misericordia es reprensible; pero ¿cuánto más razonable fuera que se turbara el otro estoico de compasión y misericordia por librar un hombre, que no que mudase el color por temor del naufragio? Mucho mejor, con más humanidad, y conforme al sentir de los piadosos y temerosos de Dios habló Cicerón en elogio de César, cuando dijo: «entre todas tus virtudes ¡oh César! ninguna hay ni más admirable ni más agradable que la misericordia.» ¿Y qué es la misericordia sino una compasión de nuestro corazón de la ajena miseria, que nos obliga é impele si podemos á ayudarla, y este movimiento va sujeto y sirve á la razón cuando se usa de misericordia, de modo que se conserve la justicia, ya sea cuando se usa con el necesitado, ó cuando se perdona al arrepentido? Á éata Cicerón, que habló excelente y elocuentemente, no dudó llamarla virtud, á la cual los estoicos no se ruborizan de colocarla entre los vicios, los cuales, sin embargo, como lo hemos visto por el libro de Epicteto, famoso estoico, según la doctrina de Cenón y Crisipo, que fueron los principales jefes de esta secta,