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La ciudad de Dios

admiten semejantes pasiones en el ánimo del sabio, quien, no obstante, quieren que esté exento de todos los vicios, de donde se infiere que no reputan por vicios las pasiones cuando recaen en el sabio, en tal conformidad que no prevalezcan contra la virtud y esencia del alma, viniendo á ser una misma la sentencia de los peripatéticos, y aun también la de los platónicos y la de los estoicos, á no ser que, como dice Tulio, ya es costumbre antigua el debatir los griegos sobre el nombre y modo de decir, siendo más aficionados á altercar que á saber la verdad; pero todavía puede preguntarse con razón si es propio de la flaqueza é inconstancia de la vida presente el padecer semejantes afectos, aun en toda especie de ejercicios virtuosos. Porque los santos.

ángeles, aunque sin airarse, castiguen á los que castiga la ley eterna de Dios, y aunque socorren á los miserables sin compadecerse de su miseria, y favorecen, sin padecer temor, á los amigos que ven en peligro, sin embargo, les acomodamos los nombres de las pasiones en el uso común del lenguaje humano, por una cierta semejanza que tienen en los afectos, mas no por flaqueza alguna de los efectos; así como el mismo Dios, según la divina Escritura, se enoja, y, con todo, no se turba con ninguna pasión, en atención á que se aprovechó de esta palabra y la usurpó el efecto de la venganza, y no porque en él residiese afecto alguno de turbación.



CAPÍTULO VI

{ De qué especie son las pasiones que confiesa Apuleyo padecen los demonios, quienes dice favorecen & los hombres delante de los dioses.


Pero omitiendo por ahora la cuestión de los santos ángeles, veamos cómo dicen los platónicos que los de-