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La ciudad de Dios

la voluntad de ellos, el que no puede tocar á un pájaro si no es teniéndole preso y asegurado? Luego viendo y dejándose ver, hablando y oyendo, pudieran los dioses mezclarse corporalmente con los hombres, y si de esta manera se mezclan los demonios, como dije, y no se contaminan, y los dioses se contaminaran si se mezclaran, hacen incontaminables á los demonios y contaminables á los dioses. Y si se contaminan también los demonios, ¿de qué sirven á los hombres para la obtención de la vida bienaventurada que esperan después de la muerte, supuesto que los contaminados no pueden purificarlos para que, ya limpios, se puedan unir con los dioses incontaminados, entre quienes y los hombres estaban ellos colocados en el medio? Y si tampoco les hacen este beneficio, ¿de qué aprovecha a los hombres la amistad y mediación de los demonios? á no ser que sea para que los hombres, después de muertos, no se transfieran á los dioses por ministerio de los demonios, sino que, incorporados unos y otros, vivan contaminados, y, por consiguiente, ni unos ni otros sean bienaventurados. Así es, si no es acaso que diga alguno qu el método que observan los demonios para purificar á sus amigos es como el que tienen las esponjas y otras cosas de igual calidad, de suerte que tanto más se ensucian y manchan cuanto más se limpian y purifican los hombres con lo que les van estregando y embebiendo en sí.

Lo cual si es cierto, los dioses, que por no contaminarse huyeron de la proximidad y trato social de los hombres, se mezclan con los demonios, que están más contaminados que ellos. Si no es que digan que pueden los dioses limpiar á los demonios contaminados por los hombres sin ser contaminados de ellos, lo cual no pueden hacerlo así con los hombres. ¿Y quién ha de creer este desatino, sino á quién los falaces demonios hubieren engañado? Y más que si el dejarse ver y el ver con-