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La ciudad de Dios

sin caridad; y por eso son tan altivos, esto es, tan soberbios, que han procurado todo cuanto pueden, y con quien pueden todavía procuran que los adoren y tributen el honor y culto que saben que se debe á Dios verdadero; y contra esta soberbia de los demonios, que estaba apoderada del linaje humano por sus deméritos, cuanta fuerza tenga la humildad de Dios que apareció en forma de siervo, no lo scaban de conocer las almas de los hombres, hinchadas con la abominación de la altivez, semejantes á los demonios en la soberbia, aunque no en la ciencia.



CAPÍTULO XXI

Hasta qué grado quiso el Señor dejarse conocer de los demonios.


Los mismos demonios sabían aun esto, de modo que al mismo Señor, vestido de la humana flaqueza de nuestra carne, le dijeron: Quid nobis et tibi, Jesus Nazarene? venisti ante tempus perdere nos? «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús Nazareno, que has venido á perdernos y atormentarnos antes de tiempo?» Claramente se advierte en estas palabras que había en ellos una ciencia muy—profunda, mas no caridad, porque temían la pena y castigo que les había de venir de mano del Señor y no amaban la justicia que había en el Señor, y tanto se dejó conocer de ellos cuan quiso, y tanto quiso cuanto fué menester; pero dejóse conocer y se les manifestó, no como á los santos ángeles que gozan y participan de su eternidad, según que es verbo del eterno Padre, sino como fué necesario manifestarles para espantarlos, de cuya potestad, en alguna manera