Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/190

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
188
San Agustín

CAPÍTULO IV

Que se debe sacrificio á un solo Dios verdadero.


Á este gran Dios debemos nosotros tributar el culto que en griego se dice latria, ya sea por lo respectivo á todos los sacramentos y misterios, ya sea respecto de nosotros mismos, porque todos juntos, anidos por la caridad en la sociedad cristiana, somos y representamos su temple, y cada uno de por sí somos sus verdaderos templos, para que así pueda decirse con verdad que habita en la unánime concordia de todos y en cada uno de por sí, no siendo mayor en todos que en cada uno respectivamente, mediante á que, ni con la grandeza se extiende y dilata, ni repartido entre todos se disminuye en lo más mínimo. Cuando tenemos nuestro corazón levantado y puesto en Dios, contemplando sus perfecciones, poder y misericordia, entonces esta meditación es un verdadero altar, logrando aplacar su justa indignación por la mediación de un sacerdote, que es su unigénito, ofrecémosle sangrientas víctimas cuando peleamos valerosamente en defensa de las verdades de su incontrastable fe hasta derramar la sangre y rendir la vida en testimonio de estas verdades indefectibles; quemamos y le ofrecemos un suavísimo y odorífero incienso cuando, postrados ante su divina presencia, nos abrasamos en su santo é inefable amor; ofrecémosle aus dones en nosotros y á nosotros mismos, y en esta oblación piadosa le volvemos lo que realmente es suyo, le consagramos y dedicamos en ciertos días solemnes y festivos la memoria y recordación de sus beneficios, para que con el transcurso de los tiempos no se apodere de nuestro corazón la ingratitud y olvido de sus misericordias; le sacrificamos una hostia de humildad y