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San Agustín

pura y santa, agradable y acepta á Dios, como un sacrificio racional». Luego si del cuerpo, porque es inferior, se sirve el alma como de un siervo ó como de instrumento cuando se sirve del bien y como corresponde, y lo reflere á Píos, es también sacrificio, ¿cuánto más aceptable será el sacrificio del alma siempre que éste se refiere á Dios, á efecto de que estando inflamada con el ardiente fuego de su divino amor, pierda totalmente la forma de la concupiscencia fatal del siglo, y estando sujeta y rendída al mismo Señor, como que es forma inmutable, se reforme y renueve espiritualmente, agradándole y sirviéndole con la brillante cualidad que tomó de la forma y hermosura divina? Todo lo cual, prosiguiendo consecutivamente el apóstol el mismo raciocínio, dice (1): «Y no conforméis con este siglo, antes, sí, transformaos por la renovación de vuestro espiritu en nuevos hombres, para que desde ahora en adelante no aprobéis lo que el vulgo profano adopta, sino lo que fuere grato y agradable á su Divina Majestad, y lo que fuere verdaderamente bueno, agradable y perfecto». Siendo, como son, verdaderos sacrificios las obras de misericordia, ya sean las que hacemos por nosotros ó por nuestros prójimos, referidas á Dios; y siendo igualmente cierto que no practicamos las obras de misericordia con otro objeto que con el de libertarnos de la miseria humana, y consiguientemente con el deseo de conseguir la bienaventuranza, cuya felicidad no nos es asequible sino con el favor de aquel sumo bien de quien dijo el real profeta (2): «que todo su bien estribaba en unirse con Dios», (1) San Pablo, ep. á los romanos: Et nolite conformari huic sæ culo, sed reformamini in novitate mentis vestræ ad probandum, quæ voluntas Dei, quod bonum, et beneplacitum et perfectum.

(2) Salmo LXXII: Mihi adhærere Deo bonum est.