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La ciudad de Dios

duros corazones de Faraón y de los egipcios, permitiendo salir libremente al pueblo de Dios; pero luego se arrepintieron y procuraron dar alcance á los hombres, que iban marchando y pasando el mar á pie enjuto, porque por disposición divina se dividieron las aguas y les proporcionó un camino libre y anchuroso: en este tiempo, queriendo los egipcios acometer al pueblo de Dios, entraron en su seguimiento por la misma senda, y volviendo á unir milagrosamente las aguas, quedaron sumergidos en ellas y muertos todos? ¿Qué diré de los milagros que caminando por el desierto los israelitas hizo Dios en tanto número y tan estupendos, cómo de las aguas, que no pudiendo ser bebidas por su amargura, echando en ellas un leño, como el Señor lo había mandado, perdieron su amargura y hartaron á los sedientos; cómo asimismo, teniendo hambre, les llovió maná del cielo; cómo habiendo puesto tasa á los que lo cogían, á los que se excedieron de ella se les corrompió y llenó de gusanos, y cómo aunque lo cogieron en doblada cantidad el día antes del sábado (porque el día del sábado no era lícito cogerlo) no se les corrompió; cómo deseando comer carne, que parece no había de bastar ninguna para pueblo tan numeroso, se llenó todo el campo de los hebreos de volatería, y se apagó el ardor de su apetito con el fastidio de la hartura; cómo saliéndoles los enemigos al encuentro pretendiendo prohibirles el paso, y peleando con ellos, con orar Moisés y extender sus brazos en figura de cruz, sin morir ni uno de los hebreos fueron rotos y vencidos los contrarios; cómo á los sedíciosos que se habian amotinądo en el pueblo de Dios, separándose de la sociedad que Dios había ordenado, para ejemplo visible de las penas invisibles, abriéndose la tierra se los tragó vivos; cómo hiriendo una piedra con una vara derramó para tanta multitud abundantísimas aguas; cómo habiéndoles Dios