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La ciudad de Dios

cados á los falsos y engañosos ritos de los demonios,, bajo las nombres de ángeles. Porfirio, aunque con poco gusto, en un discurso lleno de algún modo de rubor y empacho, promete cierta purificación del alma por medio de la theurgia; sin embargo, niega que con tal arte pueda alguno conseguir el volver á Dios; de conformidad que puede advertirse fácilmente cómo anda fluctuando y dudoso con pareceres varios entre el vicio de tan sacrílega curiosidad y entre la profesión de la filosofía, porque ya representa que se guarden los hombres de la profesión de este arte, como falaz y engañosa, la cual se practica no sin notorio riesgo y peligro, y está prohibida severamente por las leyes; ya advierte cómo rindiéndose á los que la aprueban y elogian que es útil para purificar una parte del alma, si no la intelectual con que percibimos la verdad de las cosas inteligibles, que no tienen semejanza alguna con los cuerpos, á lo menos la espiritual, con que recibimos la imágenes y representaciones vivas de las cosas corporales, se coincide en un error craso, mediante á que de ésta dice que por ciertas consagraciones theúrgicas, que llaman teletas, se hace capaz y se dispone para recibir espíritus y ángeles para ver los dioses, aunque de tales conçagraciones confiesa que no se le introduce sombra alguna de purificación al alma intelectual que la haga idónea para ver á su Dios y entender las cosas que son verdaderas, de cuya doctrina puede inferirse qué tal sea la visión que resulta de las theúrgicas consagraciones, y á qué clase de dioses se ofrecen, pues en ella no se ven las cosas que verdaderamente son; finalmente, dice que el alma racional, ó como le agrada llamarla, el alma intelectual, puede elevarse al conocimiento de las cosas celestiales, aunque la parte que en ella es espiritual no esté purificada con arte alguna tehúrgica, y asimismo que la espiritual se purga por el theurgo