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La ciudad de Dios

y confirma por lo respectivo á esta distinción la sentencia de Platón.



CAPÍTULO X

De la theurgia, que con la invocación de los demonios promete á las almas una falsa purificación.


Y ved aquí cómo Porfirio, platónico en la secta, dicen que es más docto que el primero por su estudio en el arte theúrgico, por el cual refiere y pinta á los mismos dioses sujetos y rendidos á pasiones y perturba ciones, supuesto que con sus conjuros los pudieron conjurar y aterrar para que no verificasen la purgación del alma, y pudo espantarlos seguramente el que les mandaba ejecutasen lo que era malo, cuando el otro, que les pedía lo que era bueno, por el mismo arte no pudo libertarles del miedo para que le hicieran bien.

¿Y quién no advierte que todo esto es invención y cautela de los engañosos demonios, á no ser que sea un miserable esclavo suyo y esté privado de la gracia del verdadero libertador? En atención á que si se comunicara con los dioses buenos, sin duda que más pudiera con ellos la buena intención del que pretende purificar el alma, que la mala del que lo pretende impedir. Y si á los dioses virtuosos les pareció indigna de la purificación la persona por quien se negociaba, ya no lo practicaron por los terrores que les impuso el envidioso, y como él díce, no impedidos del miedo que pudiese causarles otra deidad más poderosa, sino libremente, es digno de admiración que aquel benigno caldeo, que deseaba purificar el alma con las consagraciones theúrgicas, no hallase algún otro dios superior que, ó les in-