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La ciudad de Dios

si á la hierba del campo que hoy nace, y mañana se echa en el fuego la viste Dios así, ¿cuánto más á vosotros, gente de poca fe?» Así que con razón el alma del hombre, que está sujeta á los deseos y propensiones de la tierra, los mismos bienes caducos é instables que temporalmente desea y necesita en esta vida transitoria son de poco momento en comparación con los bienes eternos de la vida futura; sin embargo, no los acostumbra pedir ni esperar sino de la mano de un solo Dios, á efecto de que ni aun con el deseo de éstos se aparte del culto y veneración de aquél cuya posesión y visión beatífica ha de conseguir por el desprecio y aversión de semejantes bienes terrenos.



CAPÍTULO XV

Del ministerio con que los santos ángeles sirven á la divine Providencia.


En tal conformidad quiso la divina Providencia trazar y ordenar el curso de los tiempos, que, según dije y se lee en los Hechos Apostólicos: lex in edictis angelorum daretur, «fué su voluntad que la ley sobre el culto y religión de un verdadero Dios se diese por medio de los edictos de los ángeles», y que en ellos se mostrase visiblemente la persona del mismo Dios, aunque no en realidad, porque siempre permanece invisible á los ojos corruptibles, sino que por ciertos' indicios apareciese visiblemente por medio de la criatura sujeta á su Criador, y que hablase con voces articuladas de lengua humana, gastando en las sílabas sus pausas y detenciones de tiempo, el cual, en su naturaleza no corporal, sino espiritual; no sensible, sino inteligible; no temporal, si-