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San Agustín

no eterna, ni comienza ni deja de hablar: lo cual, estan— do cerca de él, oyen más sinceramente, no con el oído del cuerpo, sino con el del espíritu sus ministros y mensajeros, que gozan y participan de su inmutable verdad siendo bienaventurados é inmortales, y lo que oyen con expresiones inefables sobre lo que deben, ejecutar y comunicar á los entes visibles, sensibles y terrenos, lo hacen sin réplica ni dificultad alguna. Esta ley se dió conforme á la distribución ordenada de los tiempos, la cual tuvo primeramente, como queda dicho, promesas terrenas, significativas de las eternas, las cuales celebraron muchos con sacramentos visibles y las entendieron muy pocos. Con todo, en ella con manifiesta contextación y analogía, así de voces como de expresos mandatos, se manda y establece el culto y veneración de un solo Dios, no de alguno de los que componen la turba de los falsos, sino de aquel que hizo el cielo y la tierra, todas las almas y todo espíritu que no es lo que el mismo Dios; porque éste es el que crió y formó, y ellos sus hechuras, y para que tengan ser y se conserven, tienen necesidad de valerse en todo del que los hizo.



CAPÍTULO XVI

Si en la materia de poder alcanzar y merecer la bienaventuranza se debe creer á los ángeles, que piden que los reverencien con el honor y culto que se debe á Dios, ó á aquellos que mandan que sirvamos santa y religiosamente, no á ellos, sino á Dios.


¿A qué especie de ángeles nos parece debemos dar asenso sobre el artículo de la vida bienaventurada y sempiterna, á los que intentan que los reverenciemos