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La ciudad de Dios

nio de la numerosa, varia y hermosa procreación de entes que cría y hace nacer, no sólo por lo respectivo á los cuerpos de los animales, sino también á las flores y á las hierbas del campo; ¿con cuánta más claridad y evidencia presenta un testimonio claro de su divinidad, lo que acaece en la actualidad en su admirable predicación, donde se recomienda y enseña la religión que prohibe el sacrificar á criatura alguna de las del cielo, tierra é infierno; mandando que solamente ofrezcamos sacrificios á un solo Dios verdadero, que sólo amando y amando de corazón forma bienaventurados, y definiendo exactamente los tiempos en que había ordenado se hiciesen los antiguos sacrificios, y prometiendo que por medio de otro mejor sacerdote los había de mudar en otro estado más sublime, nos demuestra y da infalible testimonio de que no los apetece ni quiere, sino que por ellos nos quiere significar otros mejores: no porque él se ensalce o engrandezca con estas honras, sino para que nosotros, encendidos con el fuego de su divino amor, nos alentemos y excitemos á reverenciarle, y procuremos unirnos espiritualmente con este Señor, cuya utilidad redunda en nuestro bien, no en el suyo.



CAPÍTULO XVIII

Contre los que niegan que debe darse crédito á los libros aclesiasticos sobre los milagros que se hicieron para establecer é instruir el pueblo de Dios.


Dirá alguno que estos milagros son falsos y que nunca sucedieron, sino que mintieron los que los escribieron: todo el que así se explica, si niega que en este particular no debemos creer absolutamento á escritura al.

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