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La ciudad de Dios

bíamos solamente ofrecer sacrificios: y así el mismo profeta se había hecho un sacrificio de aquel de cuyo fuego inteligible estaba interiormente abrasado, y á cuyo espiritual reposo y unión inefable aspiraba con santos deseos; pero si los que adoran muchos dioses (como quiera que imaginen y opinen de ellos) creen á Las historias civiles, ó á los libros mágicos, ó lo que tienen por más decente, á los theúrgicos, donde se dice que hicieron milagros, ¿qué razón hay para que no quieran creer que obró Dios estos prodigios, referidos en la Santa Escritura, á la cual se debe tanta mayor fe y crédito cuanto sobre todas las cosas es mayor, á quien sólo manda que ofrezcamos nuestro sacrificio?



CAPÍTULO XIX

La razón por que la verdadera religión nos enseña á ofrecer á un solo Dios verdadero é invisible el sacrificio visible.


Los que imaginan que los sacrificios visibles convienen también á los otros dioses, y que al verdadero Dios, como invisible, le convienen los sacrificios invisibles como á mayor, mayores, y como á mejor, mejores, así como son los oficios de la conciencia pura y de la voluntad buena, sin duda que ignoran que estos sacrificios son figuras y señales de estos otros, así como las palabras sonoras son señales de los objetos que se representan deleitables en el ánimo: por cuyo motivo, lo mismo que cuando oramos delante de Dios y le alabamos, enderezamos y encaminamos nuestras voces significativas á aquel Señor á quien ofrecemos en nuestro corazón las mismas cosas que significamos; así cuando sacrificamos hemos de entender que no debemos ofre-