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La ciudad de Dios

los demonios, llamando con este nombre á las almas de los difuntos que hicieron méritos sobresalientes; pero, por el contrario, se llamaran nuestros mártires heroes, si, como llevo indicado, lo admitiera el uso y lenguaje eclesiástico, no porque estuviesen asociados con los demonios en el aire, sino porque vencían á los mismos de monios, esto es, á las potestades aéreas, y en ellas á la misma Juno (signifique esta voz lo que quieran), á la enal, no del todo fuera de propósito, pintan los postas enemiga de las virtudes, émula y envidiosa de los varones fuertes que caminan al cielo. Sin embargo, vuelve á rendirse á ella miserablemente Virgilio, pues confesándose esta deidad por vencida de Eneas (1), no obstante, viene Heleno á demostrar al mismo Eneas, como en acción de darle un consejo piadoso y religioso y á decirle (2): «Ofrecerás prontamente tus votos á Juno, y aplacarás y rendirás á esta poderosa señora con tus humildes dones»». Y conforme á esta opinión, Porfirio, aunque no siguiendo su dictamen, sino el de otros, dice que un Dios bueno ó el genio no acude á favorecer al hombre sin que primero se haya aplacado el malo, como si entre ellos fueran más poderosos los dioses malos que los buenos, sino es que aplacándolos les concedan su protección, y no queriendo los malos no pueden aprovechar los buenos, y pueden dañar y ofender los malos, sin que se lo puedan resistir los buenos. No es esta la traza que usa la religión verdadera y realmente santa; no vencen de este modo nuestros mártires á Juno, esto es, á las potestades aéreas, émulas de las virtudes de los siervos de Dios. Si conforme al uso común pudiera (1) (2) .

Virgilio, lib. VII: Vincor ab Enea, Virgilio, lib. III: Junoni cane vota libens, dominamque potentem Supplicibus supera donis.