Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/247

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
245
La ciudad de Dios

nio Jesucristo nuestro Señor, porque en él tienen la fuente inagotable de sus misericordias para conseguir la purificación de su alma, espíritu y cuerpo, y por eso recibió en aí, ain haber cometido el más mínimo desliz, los pecados de todos los hombres para sanar del contagio del pecado á todo aquello de que consta principalmente el hombre, y ojalá que tú le hubieras conocidotambién, y que para tu eterna salvación te hubiera puesto con tanta más seguridad antes en sus manos, que no, ó en las de tu propia virtud, que es en efecto humana, fragil, imbécil, ó en las de una perniciosa curiosidad, porque no te engañaría aquel gran Dios, á quien, como tú mismo escribes, vuestros oráculos confesaron por santo é inmortal; por quien dijo asimismo el principe de los poetas, aunque en estilo poético, y sin embargo de que se explicó en persona de otro, con todo, dijo con verdad si lo refirió á Jesucristo: «Cuando vos reinareis, Señor, si hubieren quedado algunos rastros de nuestras culpas, vos las perdonaréis y libraréis al mundo de un perpetuo miedo» (1). Llámalos, aunque no pecados, á lo menos rastros de pecados, á los que pueden quedar aun en los más aprovechados en la virtud de la justicia por la humana flaqueza é instabilidad de esta vida, los cuales no los quita ni sana sino el soberano Salvador, por cuyo respeto se compuso con especialidad este verao, pues el no haber expresado Virgilio estas sus palabras como si fuesen producción de su entendimiento, casi lo demuestra al cuarto verso de la misma égloga, diciendo: «La santa edad postrera ya es llegada, que la Cumea sagrada había cantado»; de lo que aparece evidentemente que la sibi.

. (1) Virgilio, Egloga 4.

Te duce, et qua manent sceleris vestigia nostri Irrita perpetua solvent formidine terras,