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La ciudad de Dios

salvar los creyentes por la predicación de unos necios é ignorantes á los ojos y estimación de los hombres, porque los judíos piden prodigios y milagros, los griegos no se contentan sino con la sabiduría que les cuadre, y nosotros, dice, predicamos á Cristo crucificado, cuya humildad escandalizó á los judíos y á los gentiles se les hizo disparate; pero los que el Espíritu Santo llamó á la fe, así de los judíos como de los griegos, advierten que esta humildad de Cristo es virtud de Dios y sabiduría de Dios, pues lo que les parece desvarío é ignorancia en Dios, que es la cruz, sobrepuja á toda la fortaleza de los hombres». Esto es lo que desprecian como ignorancia é imbecilidad los que se tienen y contemplan en sí mismos como sabios y fuertes; pero esta es la gracia que sana á los dolientes y enfermos, no á los que con soberbia se jactan de su bienaventuranza, sino á los que con humildad confiesan su verdadera miseria.



CAPÍTULO XXIX

De la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, la cual no se streve á confesar la impiedad de los platónicos.


Predicas al Padre y á su Hijo, á quien llamas entendimiento ó mente del Padre, y al que es medio entre éstos, del cual imaginamos que entendéis que es el Espíritu Santo, y á vuestro modo los llamáis tres dioses: sobre cuyo particular, aunque todos usáis de palabras no conformes al rigor de las ciencias y artes, con todo, advertís como quiera, y como por las sombras de una imaginación débil, adónde debe aspirarse; pero la Encarnación del inmutable Hijo de Dios, en que consiste