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San Agustín

la salvación para que podamos llegar á alcanzar los inefables bienes que creemos ó los que podemos comprender por poco que sea con la luz de nuestro entendimiento, no la queréis reconocer. Así que notáis como quiera, aunque de lejos y con una vista caliginosa, la patria á donde debemos tener el término de nuestra carrera; pero no tenéis indagado el camino por donde se debe caminar para llegar á las eternas moradas. Sin embargo, tú mismo conflesas la gracia, pues dices que á pocos se concede el llegar á unirse con Dios por virtud de la inteligencia: mediante á que no dijiste pocos gustan ó pocos quieren, sino que, diciendo que á pocos se concede, sin duda confiesas la gracia de Dios, no la suficiencia del hombre. Usas también aun más expresamente del nombre de gracia cuando, siguiendo la sentencia de Platón, tampoco pones duda en que el hombre en la vida actual de ningún modo llega á la perfección de la sabiduría; pero que á los que viven según el entendimiento, todo lo que les falta se lo puede dar cumplidamente después de esta vida la providencia y gracia de Dios. ¡Oh, si hubieras conocido la gracia de Dios por Jesucristro Nuestro Señor, y su misma Encarnación con que recibió alma y cuerpo de hombre, que en tal caso pudieras echar de ver como era el dechado y ejemplo sumo de la gracia! ¿Pero qué hago? Veo que en vano hablo con un muerto, aunque sólo en cuanto á los que tanto te estiman y aman (ó por el amor de cualquiera sabiduría ó por la curiosidad de las artes, que fuera más conducente el que no las aprendieras, á quienes hablo, hablando contigo), acaso no hablo en vano.

La gracia de Dios no se nos pudo encomendar más graciosa y agradablemente que con hacer que el mismo Hijo único de Dios, quedándose inmutablemente en la naturaleza divina, se vistiera de la naturaleza humana, se hiciera hombre y diera al hombre esperanza de.