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San Agustín

con Dios su Padre; es eterno como él, tiene la misma divinidad y el mismo poder por quien todas las cosas han sido hechas en tiempo, de suerte que no hay alguna que no le deba todo lo que es, así porque nada produce el Padre hacia afuera, si no es juntamente con el Verbo y con el Espíritu Santo, como porque siendo él la sabiduría y la virtud del Padre, es también el modelo, y como la idea de todas sus obras. En este Verbo, que debía en algún tiempo salvar al mundo, estaba encerrada nuestra vida como en su principio; llamo nuestra vida, no la del cuerpo, que es corta y'miserable, cuyos momentos son otros tantos pasos hacia la muerte, ni tampoco la vida del alma, considerada puramente como natural, sino esta vida sobrenatural y propia de los justos, que es el efecto de una ilustración dívina, de donde nacen en el entendimiento conocimientos y en la voluntad afectos del todo celestiales. Este principio del santo Evangelio, escrito por San Juan, decía un platónico (según acostumbraba á decírnoslo,el santo anciano Simpliciano, que después fué electo Obispo de Milán) que se debía escribir con letras de oro y colocarle en todas las Iglesias en los sitios más eminentes y distinguidos: y por eso vino á ser vilipendiado por los soberbios este divino Maestro, Quia Verbum caro factum est, et habitavit in nobis, «porque se airvió de hacerse hombre, de cubrirse de nuestra carne, de bajar á la tierra á vivir con nosotros, sin dejar al mismo tiempo el cielo ni salir del seno de su Padre»: de modo, que no les basta á los miserables el estar dolientes y enfermos, sino que en la misma enfermedad se ensoberbecen y glorían, despreciando y aun avergonzándose de tomar la medicina con que pudieran sanar; lo cual no practican para que les den la mano y levanten, sino para que, cayendo, sean más gravemente afligidos.