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La ciudad de Dios

según la distribución del tiempo y edades del linaje hu mano, conforme á lo que quiso ordenar y disponer la divina sadiduría, obrando Dios en confirmación de ello muchos portentos y señales maravillosas, de las cuales he referido ya algunas: porque no sólo se apercibieron, se vieron ángeles y se oyeron hablar los ministros del cielo, sino que también los hombres siervos de Dios, con una sola fe sencilla, lanzaron los espíritus inmundos de los cuerpos y sentidos humanos, sanaron los defectos y enfermedades corporales; las bestias de la tierra, del agua y las aves del cielo, los árboles, elementos y estrellas obedecieron la divina palabra, cedieron los infiernos, resucitaron los muertos, sin contar los milagros propios y peculiares del mismo Salvador, especialmente el de su nacimiento y resurrección, de los cuales en el primero nos mostró claramente el misterio de la virginidad de su madre, y en el segundo un ejemplo de los que al fin han de resucitar. Este es el camino que limpia y purifica á todo hombre, y le dispone, siendo mortal por todas las partes de que consta, á la inmortalidad: pues para que no fuese necesario buscar una purificación para la parte que llama Porfirio intelectual, y otra para la que llama espiritual, y otra para el mismo cuerpo, por eso se vistió de verdadero y poderoso purificador y salvador. Fuera de este camino, el cual nunca faltó al género humano, ya cuando se predicada que habían de suceder estos prodigios, ya cuando nos predican que han sucedido ya, nadie se libró, nadie se libra, nadie se librará. Sobre lo que dice Porfirio que no ha llegado aún á su noticia por medio de alguna historia el camino general para libertar el alma, ¿qué objeto puede haber más ilustre que esta historia, que con tan revelante autoridad se ha divulgado por todo el mundo? ¿O cuál más fiel o verdadero, donde de tal modo se refieren los sucesos pasados que se dicen