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San Agustín

pre» (1); y así mismo en otro salmo «el ímpetu y avenida de las gentes, como unos ríos caudalosos han de alegrar y acrecentar la ciudad de Dios, donde el soberano omnipotente Señor puso y santificó su tabernáculo y asiento; y supuesto que Dios está y habita en medio de ella, no se moverá ni faltará para siempre jamás. (2)» Por estos y otros testimonios semejantes que sería asunto demasiado prolijo el referirlos, sabemos que hay una ciudad de Dios cuyos ciudadanos desexmos ser con aquella ansia y amor que nos inspiró su divino Autor. Al Autor y fundador de esta ciudad santa quieren anteponer sus dioses los ciudadanos de la ciudad terrena, sin advertir que es Dios de los dioses, no de los dioses falsos, esto es, de los impíos y soberbios, que estando desterrados y privados de su inmutable luz, común y extensiva á toda clase de personas y hallándose por este motivo reducidos á una indigente, mendiga y menesterosa potestad, pretenden en cierto modo sus particulares señoríos y dominio, y quieren que sus engañados é ilusos súbditos los reverencien con el mismo culto que se debe á Dios: sino que es Dios de los dioses piadosos y santos, que gustan más de sujetarse á sí mismos á un sólo Dios que muchos á ellos propios; adorar y venerar más á Dios, que ser adorados y reverenciados por dioses. Pero ya hemos respondido á los enemigos de la Ciudad Santa. cuanto nos ha sido posible, auxiliados del poderoso favor de nuestro Señor y nuestro Rey en los diez libros pasados; y sabiendo al presente lo que se espera de mí, y acordándome de lo que prometí, principiaré á tratar, conflado en el auxilio eficaz (1) Salmo 47. Sicut audivimus, ita et vidimus in Civitate Domini virtutum, in Civitate Dei nostri, Deue fundavit eam in æternum.

(2) Salmo 45, Fluminis impetus lætifical Civitatem Dei, santificavit tabernaculum suum Altissimus, Deus in medio ejus non commovebitur.