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La ciudad de Dios

del mismo Señor y Rey nuestro, lo mejor que alcanzaren mis fuerzas, del nacimiento, progresos y debidos fines de las dos ciudades, celestial y terrena, de las que dijimos que andaban acá en el interin confusas en este siglo de algún modo, y mezcladas la una con la otra: y en cuanto á lo primero diré cómo procedieron los principios de ambas ciudades en el encuentro y diferencia que tuvieron entre sí los ángeles.



CAPÍTULO II

Del conocimiento de Dios, á cuya noticia no llegó hombre alguno sino por mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo.


Es asunto grande y muy singular el intentar sobrepujar con la atención y limitadas fuerzas del entendimiento á todas las criaturas corpóreas é incorpóreas, consideradas maduramente, y averiguado de que son mudables, llegar á la alta contemplación de la inmutable substancia de Dios, aprender en él y saber de su incomprensible sabiduría, cómo todas las criaturas que no son lo que él, no las crió otro que el Señur: porque no habla Dios con el hombre por medio de alguna criatura corporal, dejándose percibir de los oídos cor: porales, de forma que entre el que excita este sonido ó eco y el que oye, se hiera el espacio intermedio del aire, ni tampoco por alguna criatura espiritual de las que se visten con representaciones de cuerpos, como en sueños, ó de otro modo igual, pues también habla de esta manera como si hablara á los oídos corpóreos, porque habla como si tuviera cuerpo, y como por interposición de espacio de lugares corporales: sino que habla Dios al hombre con la misma verdad cuando está