Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/276

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
274
San Agustín

de nuestro sentido exterior, es necesario que creamos á los que las aprendieron, así como están dispuestas y trazadas en aquella luz incorpórea, ó á los que las ven del mismo modo que están en ella.



CAPÍTULO IV

De la creación del mundo, que ni fné sin tiempo, ni se trazÓ con nuevo acuerdo que sobre ello tuviese Dios, como si hu blese querido después lo que antes no había querido.


Entre todos los objetos visibles, el mayor de todos es el mundo, y entre todos los invisibles, el mayor de todos es Dios; pero que haya mundo ya lo vemos experimentalmente, y que haya Dios lo creemos firmemente; que Dios haya hecho este mundo á ninguno debemos creer con más seguridad en este punto que al mismo Dios; ¿pero dónde se lo hemos oído? Nosotros lo hemos oído y sabemos por el irrefragable testimonio de la Sagrada Escritura, donde dice su profeta (1): «Al princidio crió Dios el cielo y la tierra,» Pero, pregunto: ¿se hallo presente este profeta cuando hizo Dios el cielo y la tierra? No por cierto; solamente se halló allí la sabiduría de Dios por quien fueron criadas todas las cosas, la cual se comunica y transfiere en las almas santas, hace amigos y profetas de Dios, y á éstos en lo interior de su alma, sin estrépito ni ruido les manifiesta aus divinas obras é incomprensibles decretos, á éstos también hablan los ángeles de Dios (2): «que ven siempre la cara del Padre Eterno, y anuncian su voluntad á los .

(1) Génesis, cap. I. In principio creavit Deus cælum et terram.

(2) San Mateo, cap. XVIII. Qui vidnet semper faciem Patris.