de nuestro sentido exterior, es necesario que creamos á los que las aprendieron, así como están dispuestas y trazadas en aquella luz incorpórea, ó á los que las ven del mismo modo que están en ella.
CAPÍTULO IV
Entre todos los objetos visibles, el mayor de todos es el mundo, y entre todos los invisibles, el mayor de todos es Dios; pero que haya mundo ya lo vemos experimentalmente, y que haya Dios lo creemos firmemente; que Dios haya hecho este mundo á ninguno debemos creer con más seguridad en este punto que al mismo Dios; ¿pero dónde se lo hemos oído? Nosotros lo hemos oído y sabemos por el irrefragable testimonio de la Sagrada Escritura, donde dice su profeta (1): «Al princidio crió Dios el cielo y la tierra,» Pero, pregunto: ¿se hallo presente este profeta cuando hizo Dios el cielo y la tierra? No por cierto; solamente se halló allí la sabiduría de Dios por quien fueron criadas todas las cosas, la cual se comunica y transfiere en las almas santas, hace amigos y profetas de Dios, y á éstos en lo interior de su alma, sin estrépito ni ruido les manifiesta aus divinas obras é incomprensibles decretos, á éstos también hablan los ángeles de Dios (2): «que ven siempre la cara del Padre Eterno, y anuncian su voluntad á los .
(1) Génesis, cap. I. In principio creavit Deus cælum et terram.
(2) San Mateo, cap. XVIII. Qui vidnet semper faciem Patris.