Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/277

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
275
La ciudad de Dios

que conviene.» Entre éstos fué uno el profeta que dijo y escribió: «Al principio erió Dios el cielo y la tierra»»; quien es un testigo tan abonado, para que con su testimonio debamos creer á Dios, que con el mismo espíritu divino con que conoció el singular arcano que se le reveló, con ese mismo anunció y vaticinó grandes misterios mucho tiempo antes de promulgarse esta nuestra santa fe; pero ¿por qué quiso Dios eterno é inmutable hacer entonces el cielo y la tierra, proyecto que hasta entonces no había formado ni realizado? Los que hacen esa pregunta, si son de los que entienden que el mundo es eterno sin ningún principio, y por lo mismo quieren y opinan que no le hizo Dios, se apartan infinito de la verdad, y alucinados con la mortal flaqueza de la impiedad, desvarían como frenéticos; porque además de las expresiones y testimonios de los profetas, el mismo mundo, con su concertada mutabilidad y movilidad y con la hermosa presencia de todas las cosas visibles, entregándose al silencio en cierto modo, proclama y da voces que fué hecho, y que no pudo serlo sino por la poderosa mano de Dios, que inefable é invisiblemente es grande, é inefable é invisiblemente hermoso; pero si son los que confiesan que le hizo Dios, y, con todo, quieren que no haya tenido principio de tiempo, sino de su creación, de manera que con un modo apenas perceptible haya sido siempre hecho; estos, aunque dicen lo bastante, con lo que imaginan que defienden & Dios como de una fortuita temeridad, para que no se entienda que de improviso le vino á la imaginación lo que nunca antes le había venido de criar el mundo, y que le sucedió nueva voluntad, no siendo de ningún modo mudable, sin embargo, no advierto cómo en las demás cosas se pueda salvar este modo de decir, especialmente en el alma, de la cual si dijeren ó instaren que es coeterna de Dios, en ninguna manera podrán