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San Agustín

tal manera es verdaderamente bienaventurado, que no puede haber mayor bienaventuranza: en cuya comparación nada importa que los ángeles sean bienaventurados con una cierta bienaventuranza suya, tan suma cuanta puede haber en los ángeles.



CAPÍTULO XII

De la comparación de la bienaventuranes de los justos que no han alcanzado aún el premio de la divina promesa, con la bienaventuranza de los primeros hombres en el Paraíso antes del pecado.


Tampoco somos de dictamen que éstos solos, por lo respectivo á la criatura racional ó intelectual, se deben llamar bienaventurados: porque ¿quién se atreverá á negar que los primeros hombres en el Paraíso, antes de incidir en el pecado, fueron bienaventurados? (1) Aurque no estuviesen ciertos de su bienaventuranza, cuán larga había de ser, ó si había de ser eterna, la cual, seguramente, hubiera sido eterna sí no pecaran; pues sin rubor alguno llamamos en la actualidad bienaventurados á los que vemos que viven justa y santamente con esperanza de la futura inmortalidad sin culpa que les estrague la conciencia, consiguiendo fácilmente la divina misericordia para los pecados de la presente flaqueza humana, los cuales, aunque están ciertos del premio de su perseverancia, con todo, se hallan inciertos de ella: porque ¿qué hombre habrá que sepa que ha de perseverar hasta el último fin en el ejercicio y aprovechamiento de la justicia si no es que con alguna reve(1) Génesis, cap. III.