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San Agustín

creer, ciertamente, que si vieron antes del pecado que tuvieron alguns bienaventuranza, aunque no la presciencia, y que supiese lo venidero; ó, si parece cosa dura el creer que cuando Dios crió á los ángeles, á unos los crió de modo que no tuvieron la presciencia de su perseverancia ó de su caída, y que á otros los crió de manera que con verdad cierta é infalible conocieron la eternidad de au bienaventuranza, sino que á todos desde su principio los crió con igual felicidad, y que así se estuvieron hasta que éstos, que ahora son malos, por su voluntad cayeron de aquella luz de la suma bondad; sin duda que es más duro de creer que los santos ángeles estén ahora inciertos de su eterna bienaventuranza, y que ellos de sí mismos ignoren lo que nosotros pudimos alcanzar y conocer de ellos por la divina Escritura: porque, ¿qué católico cristiano ignora que no ha de haber ya más ningún nuevo demonio de los buenos ángeles, así como tampoco que ni el demonio ha de volver ya más á la sociedad de los ángeles buenos?

Porque la misma verdad promete en el Evangelio (1) á los santos fieles que serán iguales á los ángeles de Dios, á quienes asimismo ofrece que irán á gozar de la vida eterna (2); y si es cierto que nosotros estamos asegurados en que jamás hemos de caer de aquella inmortal bienaventuranza, y ellos no lo están, ya seremos necesariamente de mejor condición que ellos, y no iguales; mas por cuanto de ningún modo puede faltar la verdad de que seremos iguales á ellos, sin duda que ellos están también ciertos de an eterna felicidad, de la cual, porque los otros no estuvieron ciertos (mediante á no ser eterna su felicidad, de la cual pudieran estar asegurados, pues habían de tener fin), resta el insinuar (1) San Mateo, cap. XXII.

(2) San Mateo, cap. XXV.