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La ciudad de Dios

que, ó fueron desiguales, ó si fueron iguales, que después de la caída y ruina de ellos alcanzaron los otros la ciencia cierta de su felicidad sempiterna, si no es que por acaso quiera decir alguno lo que el Señor dice del demonio en el Evangelio: Ille homicida erat ab initio, et in veritate non stetit; «que el demonio fué homicida desde el principio, y no perseveró en la verdad»; debe entenderse, de tal modo, que no sólo fué homicida desde el principio, esto es, desde el principio del linaje humano, es á saber, desde que fué criado el hombre, á quien con engaños pudiese matar, sino también que desde el principio de su creación no perseveró en la verdad; por lo cual, nunca fué bienaventurado con los santos ángeles, no queriendo sujetarse á su Criador y apeteciendo con ansia, por un efecto de su soberbia y alta potestad, como si fuera propia, obtener el supremo imperio sobre Dios, con cuya vana esperanza quedó engañado, falso y engañoso, pues quedó para siempre subyugado á la elevada potestad y omnipotencia del que es Todopoderoso, y el que con suave sujeción no quiso conservar lo que verdaderamente es, con altivez y soberbia procura fingir lo que no es, para que así se entienda con más claridad lo que insinúa el Apóstol y Evangelista San Juan, cuando dice «que el diablo peca desde el principio», esto es, desde que fué criado rehusó la justicia, la cual no puede caber sino en la voluntad piadosa y rendida á Dios. Los que adoptan esta opinión, pregunto, ¿no sienten lo mismo con otros herejes, esto es, con los maniquens? Y si hay otras sectas pestilenciales que sostengan que tiene el demonio como dimanante de un cierto principio adversativo ó contrario su propia naturaleza mala, éstos disparatan tan vanamente, que teniendo con nosotros y en nuestro abono la autoridad de estas palabras evangélicas, no advierten ni consideran que no dijo el Señor no tuvo verdad, sino no per