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La ciudad de Dios

F LA CIUDAD DE DIOS 299 sienten, como á los árboles los animales, y en los que sienten se anteponen las que entienden á las que no entienden, así como los hombres á las bestias, y en las que entienden se anteponen las inmortales á las mortales, como los ángeles á los hombres; pero se anteponen así siguiendo el orden de la naturaleza; sin embargo, hay otros muchos modos de estimación, conforme á la utilidad y comodidad de cada cosa, de que resulta que antepongamos algunas cosas insensibles á algunas que sienten, en tanto grado, que si pudiésemos, quisiéramos desterrarlas del mundo; ya sea ignorando el lugar que en él tienen, ya sea, aunque lo sepamos, posponiéndolas á nuestras comodidades é intereses, porque ¿quién hay que no quiera más tener en su casa pan que ratones, dineros que pulgas? Pero ¿qué maravilla, pues por la estimación que dan de los mismos hombres, cuya naturaleza á lo menos es tan sublime, por. mayor parte se compra más caro un caballo que un esclavo, una piedra preciosa que una esclava? Así que donde hay semejante libertad en el juzgar, hay mucha diferencia entre la razón del que lo considera y entre la necesidad del que lo ha menester, ó el gusto del que lo desea, supuesto que la razón estima que es lo que en sí vale cada cosa según los grados de la naturaleza, y la necesidad estima qué es aquel objeto porque le desea; buscando la razón qué es lo que juzga por verdad la luz del entendimiento, y el deleite y gusto lo que es agradable á los sentidos del cuerpo. No obstante, tanto vale en las naturalezas racionales un no sé que, como peso de la voluntad y amor, que aunque por orden de la naturaleza se antepongan los ángeles á los hombres; con todo, por la ley de la justicia, los hombres buenos son preferidos y antepuestos á los ángeles malos.