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La ciudad de Dios

decientes luminares le agradaron, porque antes eran inculpables; pero cuando dijo Dios (1) «hágase la luz, y se hizo la luz», se sigue inmediatamente (2) «y vió Dios la luz que era buena», é infiere luego (3): «separó Dios la luz de las tinieblas, y llamó Dios á la luz, día, y á las finieblas noche»; pero no añadió, y vió Dios que era bueno, por no llamar bueno á ambas cosas, siendo la una de ellas mala, no por su naturaleza, sino por su propia culpa, y por eso sólo agradó la luz á su Criador, mas las tinieblas angélicas, aunque las había de disponer en su respectivo lugar, sin embargo, no las había de aprobar.



CAPÍTULO XXI

De la eterna é inmutable ciencia y voluntad de Dios, con que todo lo que hizo en el universo, asi le agradó lo que había de hacer, como lo había hecho.


Porque ¿qué otra cosa debe entenderse en aquella expresión que frecuentemente repite: «vió Dios que era bueno», sino la aprobación de la obra practicada conforme al artifice, que es la sabiduría de Dios? Porque es tan positivo que Dios llegó á comprender entonces que la cosa era buena cuando la crió, que si no lo supiera no hiciera cosa alguna de las que crió. Así que, cuando advierte que es bueno, lo que si no lo hubiera visto antes de hacerlo, sin duda no fuera ni existiera, entonces nos enseña y demuestra que aquello es bueno, (1) Génesis, cap. I: Fiat lup, et facta est lur.

Id.: Et vidit Deus lucem quia bona est.

(2) (8) Id.: Et separavit Deus inter lucem et tenebras, vocavitque Deus lucem diem, et tenebras noctem.

Тоио II.

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