Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/310

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
308
San Agustín

CAPÍTULO XXII

De aquellos á quienes no satisfacen algunas cosas que hizo el buen Criador en la Creación del Universo bien hechas, y entienden que hay alguna naturaleza mala.


Pero la causa que hubo para criar las cosas buenas, que es la bondad de Dios, esta causa, digo, tan juata y tan idónea, que considerada puntalmente, y copiosamente meditada y ponderada, resuelve y determina todas las controversias de los que disputan acerca del principio y origen del mundo, algunos herejes no la comprendie porque advierten que á esta necesitada y frágil mortalidad, que procede del justo castigo, la ofenden muchas cosas que no la convienen ni cuadran, como el fuego, el frío, la ferocidad de las bestias ú otras cosas semejantes, y no observan y consideran cuánto campean estas mismas en sus propios lugares y naturalezas, cuánta es la hermosura y orden de su disposición, cuánto todas ellas por su parte contribuyen con su hermosura y ornato á formar esta máquina universal, como en una común república, y á nosotros propios con cuántas comodidades nos acuden, usando de ellas con congruencia y discreción, tanto, que los mismos venenos que son perniciosos por la inconveniencia, si convenientemente se aplican, se convierten en saludables medicamentos; y al contrario, cuán dañosos sean aun los objetos del mayor gusto y diversión, como la comida y la bebida, y esta luz, usando de ellas sin moderación y oportunidad: por lo que nos advierte la divina Providencia que no despreciemos neciamente las cosas, sino con diligencia procuremos saber la utilidad y provecho que tienen, y cuando nuestro ingenio estúpido y limitado no lo comprendiese, creamos que