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La ciudad de Dios

está oculto, así como lo estaban algunas otras cosas que apenas pudimos descubrirlas, en atención á que la utilidad que resulta del secreto, ó sirva para ejercitar nuestra humildad ó para quebrantar nuestra soberbia, supuesto que no hay naturaleza que sea mala; y este nombre de malo no denota otra cosa que una privación de lo bueno: sin embargo, desde las cosas terrenas hasta las celestiales; desde las visibles hasta las invisibles, algunas que son buenas son mejores que otras, del mismo modo que son buenas, á fin de que todas fuesen desiguales: pero Dios, en tanto es artifice grande en las cosas grandes, en cuanto no es menor en las pequeñas, cuyas pequeñeces no deben estimarse ni medirse por su grandeza, porque ninguna tienen sino por la sabiduría del artífice: así como si al rostro de un hombre le rayasen una ceja, cuán cortísima porción sería lo que se le quitaría al cuerpo, y cuán grande á la hermosura, que consta, no de la máquina y grandeza, sino de la igualdad y dimensión de los miembros. Y verdaderamente no hay motivo para que nos admiremos que los que piensan que hay alguna naturaleza mala, nacida y propagada de un cierto particular principio contrario suyo, no quieran admitir esta causa de la Creación del Mundo, es á saber, con qué objeto Dios, siendo bueno, hizo .cosas buenas, pues creen que forzado y compelido de la extrema necesidad, rebelándose contra él el mal, llegó á formar la fábrica de esta máquina del mundo, y que en la batalla, procurando reprimir y vencer al mal, vino á mezclar con él su naturaleza buena, la cual, habiendo quedado abominablemente profanada y cruelmente cautivada y oprimida con grandes molestias, apenas la puede purificar y librar, aunque no toda, sino que lo que de ella no se pudo purificar de aquella coinquinación y mancilla, viene á servir de cubierta y prisión del enemigo que tiene dentro vencido y encerrado; pero los