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La ciudad de Dios

guna dificultad que mediante cierto lugar de la Escritura nos priva el comprender el misterio, es cuestión larga y difusa, y no es razón obligarnos á explicarlo todo en un libro.



CAPÍTULO XXIV

De la Santísima Trinidad, la cual por todas sus obras sembró y esparció algunos indícios para significársenos.


Creemos, tenemos y fielmente confesamos que el Padre engendró al Verbo, esto es, á la sabiduría, por quien crió todas las cosas, al Unigénito Hijo, siendo el und igual al otro, eterno con el coeterno, sumamente bueno con el sumamente bueno, y que el Espíritu Santo es juntamente espíritu del Padre y del Hijo, y él mismo consubstancial y coeterno con ambos; y que todo esto es una Trinidad por la propiedad de las personas, y un solo Dios por la inseparable divinidad, así como es un solo Dios todopoderoso por la inseparable omnipotencia, pero en tal conformidad, que cuando de cada uno de por si se pregunta sobre estas cualidades, se responda que cualquiera de ellos es Dios, y es todopoderoso; y cuando juntamente de todos digamos que no son tres dioses ó tres todopoderosos, sino un. solo Dios todopoderoso, tan grande es allí la inseparable unidad en los tres, la cual así se quiso predicar; pero si me preguntaren si el Espíritu Santo del buen Padre y del buen Hijo, porque es común á ambos, se puede decir expresamente y declarar la bondad de ambos, no me atrevo arrojadamente á determinarlo; sin embargo, más fácilmente me atreviera á llamarle aantidad de ambos, no como cualidad común á ambos, sino también la mis-