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San Agustín

ca de estas verdades no hay motivo para sostener argumento alguno de los académicos, aunque digan que si te engañas; porque si me engaño ya soy: pues el que realmente no es tampoco puede engañarse, y, por consiguiente, ya soy si me engaño: ¿y cuál es la causa por que soy el que me engaño, cómo me engaño que soy, siendo cierto que soy, ai me engaño? El que yo fuese el que me engañase, aun cuando me engañe, sin duda en lo que conozco que soy no me engaño; siguiéndose, por consecuencia, que también en lo que conozco que me conozco no me engaño; porque así como me conozco que soy, así conozco igualmente esto mismo que me conozco; y cuando estas dos cosas las añado á las que conozco, este mismo amor es como un tercero, y no de menor estimación, porque no me engaño en que me amo, no engañándome en las cosas que amo, pues aun cuando ellas fuesen falsas, sería cierto que amaba las falsas; porque ¿en qué términos me reprendieran rectamente, y con justa razón me prohibieran el amor de las cosas falsas, si fuese falso que yo las amaba? Pero siendo ellas verdaderas y ciertas, ¿quién duda que cuando las amo, también su amor es verdadero y cierto? Y tan cierto es que no hay uno solo que no quiera ser, como que no hay ninguno que no quiera ser bienaventurado: ¿pues cómo puede ser bienaventurado si es nada?



CAPÍTULO XXVII

De la esencia de la ciencia y del amor de ambos.


El mismo ser, en virtud de cierto impulso natural, es tan suave y gustoso, que no por otra causa, aun los que son miserables y extremamente indigentes, no ape-