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San Agustín

damente porque esta opinión me cuadra y me lisonjeo de ver que hasta en el principio del santo libro del Génesis se nos recomienda la Trinidad, pues cuando dice en el principio hizo Dios el cielo y la tierra», lo dice para que se entienda que el Padre le hizo en el Hijo, como lo confirma el real profeta (1) cuando dice: «¡cuán grandes y magníficas son, Señor, tus obras; todas las hicistes en el espíritu de la sabiduría!» y muy al caso, poco después, hace también mención del Espíritu Santo; pues habiendo explicado la calidad de la tierra que al principio hizo Dios, ó á qué especie de máquina ó materia, destinada para la futura construcción del mundo, había llamado con el nombre de cielo y tierra, prosiguiendo el mismo asunto, dijo: Terra autem erat in visibilis, et incomposita, et tenebræ erant super abyssum; «que la tierra era invisible é incompuesta, y que había tinieblas sobre el abismo de las aguas»; luego para que se verificase la exacta mención que hacía de la Trinidad, dice: Et spiritus Dei ferebatur super aquas, «y el espíritu de Dios se movía y extendía por las aguas; por lo cual cada uno entenderá el texto como más le agra dare, porque es tan profundo y misterioso, que para in teligencia de los que lean puede producirnos muchos sentidos, que todos ellos no desdigan ni discrepen de las reglas de la fe cristiana; pero con la precisa condición de que ninguno ponga duda en que los santos ángeles residen en las sublimes moradas del cielo, y aunque no son coeternos á Dios, están, sin embargo, seguros y ciertos de su eterna y verdadera bienaventuranza. Y cuando nos enseña el Señor que los pequeñuelos pertenecen á la compañía de los espíritus celestiales, no sólo dijo «vendrán á ser iguales á los ángeles de (1) Salmo 105. ¡Quam magnificata sunt opera fua Domine!

omnia in sapientia fecisti.